Metropolización y crecimiento informal: dinámicas de movilidad residencial intrametropolitana en Bogotá y los municipios aledaños
Angélica Camargo. Universidad Externado de Colombia, Bogotá, Colombia.
resumen | El objetivo de este texto es comprender los procesos de crecimiento informal en la zona metropolitana de Bogotá, en particular su relación con la movilidad residencial intrametropolitana en el periodo reciente. Con este fin se realizó una medición de la informalidad urbana en diecisiete municipios de la zona metropolitana de Bogotá a partir del cruce de múltiples fuentes de información y se analizaron las dinámicas de movilidad residencial a partir de los datos censales. Se identificó un conjunto de dinámicas complejas que superan la idea de la mera suburbanización desde el centro. Movimientos centrípetos desde el departamento de Cundinamarca, del cual Bogotá es capital, y desde el resto del país; movimientos centrífugos desde Bogotá y movilidades residenciales al interior de la zona metropolitana, configuran una compleja red de interdependencias en el territorio de análisis. A nivel metropolitano se replican los mismos patrones de segregación que al interior de Bogotá, solo que en peores condiciones de localización.
palabras clave | asentamientos humanos, áreas metropolitanas, gestión territorial.
abstract | This text aims to understand the processes of informal growth in the metropolitan area of Bogotá, particularly its relationship with intra-metropolitan residential mobility in the recent period. For this, we measure urban informality in 17 municipalities of the Bogotá metropolitan area by cross-referencing multiple sources of information, and analyze the dynamics of residential mobility based on census data. We identified a set of complex dynamics that go beyond the idea of suburbanization from the center. Centripetal movements from the department of Cundinamarca, of which Bogotá is the capital, and from the rest of the country; centrifugal movements from Bogota, and residential mobility within the metropolitan area, configure a complex network of interdependencies in our case of study. At the metropolitan level, the same segregation patterns are replicated as in Bogotá but with worse localization conditions.
keywords | human settlements, metropolitan areas, territorial management.
Recibido el 31 de octubre de 2021, aprobado el 10 de enero de 2022.
E-mail: angelica.camargo@uexternado.edu.co
Introducción
Las restricciones de acceso al suelo en las ciudades de América Latina y el Caribe, básicamente por su alto costo e insuficiencia de las políticas públicas en la materia, han obligado a un importante segmento de la población a acceder a la vivienda en condiciones inadecuadas en términos de localización, infraestructuras urbanas, habitabilidad y tenencia, entre otros aspectos. Como consecuencia, alrededor de 111 millones de personas habitan en condiciones de precariedad asociadas a procesos informales de acceso al suelo, informalidad que ha representado un componente muy importante del crecimiento de las ciudades latinoamericanas en el último siglo (López, 2014). Este fenómeno ha persistido por lo menos desde la segunda mitad del siglo XX, y ha acompañado todas las fases del crecimiento urbano de las grandes ciudades desde entonces.
En el caso de Bogotá, el periodo de mayor crecimiento informal se produjo entre 1960 y 1980, cuando los desarrollos de origen informal en la ciudad pasaron de menos de 500 a más de 5.100 hectáreas. Aunque el crecimiento informal comenzó a desacelerarse en las últimas dos décadas del siglo XX, el milenio terminó con más de 8.000 hectáreas ocupadas informalmente. Para este entonces, buena parte de los barrios ya se encontraban legalizados1 y con dotación de infraestructuras de servicios. A partir del año 2000 se presenta una drástica reducción del crecimiento informal al interior de la ciudad —se ocuparon menos de 400 hectáreas en los últimos veinte años—, al tiempo que se producía una densificación acelerada de las periferias populares (Secretaría Distrital de Planeación [SDP], 2014).
En cuanto al proceso de metropolización en Bogotá, a partir de los años ochenta comienza una primera fase del crecimiento metropolitano hacia los municipios vecinos, como Soacha, al sur de la ciudad y que recibió principalmente población de bajos ingresos; y luego, como receptores de población de ingreso medio y alto, Chía al norte y, en menor medida, Madrid y Mosquera en la zona occidente (Figura 1) (Dureau, 2000). Entre 2005 y 2018, los municipios de la zona metropolitana aumentaron su población a una tasa de crecimiento promedio anual de 2,85, mientras Bogotá lo hizo a una tasa de 0,77 (SDP, 2021). El más claro y temprano efecto del crecimiento metropolitano en relación con la informalidad urbana se da en el municipio vecino de Soacha. De acuerdo con Dureau et al. (1994), el proceso demográfico de Soacha se ha comportado como si se tratara de un barrio o localidad de Bogotá. Desde los años ochenta, el poblamiento de Soacha se ha alimentado casi en la totalidad de bogotanos de estrato bajo, que encontraron en este municipio una alternativa de vivienda mediante la urbanización informal.
Si bien la relación entre informalidad y metropolización es clara en cuanto al caso de Soacha, se conoce menos sobre su impacto en otros municipios de la zona metropolitana. De hecho, no se encontraron datos específicos sobre la cantidad de suelo producido informalmente en la mayoría de estos municipios. En este orden de ideas, el objetivo del estudio se concretó en indagar sobre la relación entre el proceso de metropolización de Bogotá y la producción de informalidad urbana. Al respecto, se plantearon dos interrogantes: Primero: ¿De qué forma ha contribuido el proceso de metropolización al crecimiento informal en la zona metropolitana? Y, en segundo lugar: ¿Se relaciona la disminución de la ocupación de suelo informal al interior de Bogotá con el proceso de metropolización? En síntesis, la indagación se centraría en dos aspectos: la posibilidad de que se esté trasladando la informalidad urbana a los municipios; y, de ser así, cómo intervienen las dinámicas de movilidad residencial intrametropolitanas en la configuración de esta especie de metropolización de la informalidad urbana.
El primer paso para contestar estas preguntas fue una medición de la informalidad en el territorio metropolitano, dado que solo existía información sobre los municipios de mayor incidencia de ocupación informal, como Soacha y Facatativá. Esta medición permitió identificar la magnitud del suelo ocupado de manera informal en la región y su dinámica de crecimiento a partir del año 2005. Posteriormente, la relación del crecimiento con las dinámicas de movilidad residencial intrametropolitana fue examinada mediante un análisis georreferenciado, a nivel de manzana, de una de las preguntas del Censo Nacional de Población y Vivienda 2018: ¿Dónde vivía hace cinco años? Esta información posibilitó identificar los flujos de población que, a nivel metropolitano, alimentan la producción de la informalidad urbana.
En la primera parte del texto se presentan algunas reflexiones teóricas asociadas a la informalidad urbana en relación con el fenómeno metropolitano. Luego se explica en detalle el proceso de medición de la informalidad en la región y se presenta una descripción de los resultados. Posteriormente se analizan los procesos de movilidad residencial intrametropolitana y, con los resultados obtenidos, se estructuran las reflexiones finales.
La producción de la informalidad urbana en América Latina
en el contexto del crecimiento metropolitano
La informalidad urbana puede ser caracterizada como un mecanismo particular de acceso al suelo y a la vivienda en las ciudades, al que generalmente recurre la población de más bajos ingresos. Mediante este mecanismo se ocupan (y producen) porciones del territorio urbano que no se atienen a las regulaciones propias de la producción de ciudad, como las normas urbanísticas y de uso del suelo. Suelen ocuparse así terrenos no aptos para la urbanización, como zonas periféricas por fuera de los perímetros de servicios públicos, y áreas de protección ambiental o con alto riesgo de desastres naturales (Di Virgilio, 2015).
En los procesos informales de ocupación del suelo y producción de la vivienda intervienen múltiples agentes, que participan en diferentes momentos de los mismos (Clichevsky, 2009). El procedimiento que adopta la participación de determinados agentes se asocia con la configuración de distintas tipologías de ocupación informal, de las cuales se identifican dos tipos: una primera, denominada normalmente como “invasión”, en la cual un grupo de personas, de manera organizada o de forma espontánea, se toma un terreno que no es de su propiedad para construir allí su vivienda y habitar en ese territorio. La segunda, y más extendida en el caso de Bogotá, suele denominarse “loteamiento ilegal”. En esta modalidad participa un agente (que podría ser o no el propietario de la tierra), quien subdivide un globo de terreno de manera ilegal (sin solicitar los permisos urbanísticos correspondientes a las municipalidades) y vende porciones de terreno sin ninguna dotación urbana, también de manera ilegal (dado que muchas veces el suelo no es de su propiedad), a los futuros habitantes del territorio. Este agente recibe cuantiosas ganancias por su negocio y es quien comete la mayor cantidad de prácticas ilegales (Azuela, 1993; Smolka, 2003). En los dos casos, los habitantes suelen construir su propia vivienda (sin solicitar permisos de construcción) de manera progresiva durante largos espacios de tiempo y gestionar, colectivamente y mediante procesos de organización, los servicios públicos y sociales ante las administraciones municipales (Camargo, 2017; Jaramillo, 2008).
Esta forma de producción urbana ha persistido en la mayoría de las ciudades del sur global por más de cincuenta años, pero también se ha complejizado en las últimas décadas, producto —entre otras causas— de las dinámicas económicas asociadas al capitalismo globalizado. Se han hiperdensificado y verticalizado las zonas informales existentes y antiguas. Se han deteriorado e “informalizado” zonas que surgieron de manera formal y edificaciones centrales. Se han incorporado nuevos agentes en la nueva producción de suelo ilegal (como grupos criminales organizados). Se han generado nuevas dinámicas de producción informal en contextos rurales y se han profundizado procesos metropolitanos de crecimiento de la informalidad (Clichevsky, 2009; Di Virgilio, 2015).
Por su parte, el fenómeno metropolitano es cada vez más importante para comprender las dinámicas territoriales urbanas en la actualidad y tiene enormes implicaciones en muchos ámbitos de la gestión de las ciudades, incluida la comprensión y gestión de la informalidad urbana.
La metropolización es un proceso de reconfiguración territorial contemporánea que se concreta en un conjunto de interrelaciones e interdependencias entre dos o más jurisdicciones, y que generalmente involucra una ciudad principal y algunas ciudades menores (Garzón, 2016; SDP, 2014). Suele entenderse también como una etapa en el proceso de urbanización de la población (Gouëset, 2018; Sobrino, 2007). Generalmente se produce a partir de la dinámica de ocupación del territorio, de la forma que toma el crecimiento urbano y el poblamiento producto de las lógicas de localización de los agentes. El aumento de los precios del suelo en la ciudad núcleo presiona procesos migratorios hacia los municipios periféricos, pero se mantienen en el centro principal las actividades económicas y de servicios, lo que genera movimientos diarios de población desde los municipios periféricos a la ciudad principal por motivos laborales, de estudio y de acceso a servicios sociales (López et al., 2018). La dimensión dinámica de la metropolización está determinada por procesos de movilidad residencial intrametropolitana, mientras las interacciones que se producen se evidencian y refuerzan en la dirección que toman los trayectos de la movilidad cotidiana (Duhau, 2003).
El proceso de metropolización se asocia por lo general a fenómenos de suburbanización, desplegados básicamente de dos maneras: la ocupación dispersa y de baja densidad de territorios, proceso que responde fundamentalmente a la movilidad residencial desde el núcleo a los municipios circundantes; o la compra de segunda vivienda por parte de población de estratos medios y altos, fenómeno asociado al aumento de las rentas del suelo producto de procesos de especulación inmobiliaria (De Mattos, 2001).
Por otro lado, aunque también asociada a dinámicas especulativas, la conurbación puede desarrollarse en diferentes modalidades. La que aquí interesa es aquella de carácter residencial popular, que tiene lugar cuando el funcionamiento de los mercados de suelo y las políticas de vivienda no logran articular las necesidades de vivienda con ofertas asequibles para la población de bajos ingresos (Ortiz & Morales, 2002). Esta dinámica se propicia en contextos de desigualdad socioeconómica, de modo que algunos municipios tienden a albergar población de estratos altos y medios, mientras otros se configuran como municipios “monoclasistas de rango bajo” (Alfonso, 2015). Algunos de los municipios circundantes al núcleo metropolitano terminan cumpliendo un rol de amortiguación social, en tanto deben recibir a la población pobre del núcleo y de la región circundante (Alfonso, 2015). Esta forma de ocupación territorial termina reproduciendo el patrón de segregación a nivel metropolitano y profundizando los desequilibrios territoriales preexistentes en los municipios de la zona metropolitana (Rodríguez, 2007).
A pesar de la importancia de la relación entre el fenómeno de crecimiento metropolitano y la informalidad urbana, hay relativamente pocos estudios (en particular en Colombia) orientados a comprender las relaciones, dinámicas e implicaciones de tal relación. No obstante, distintos estudios en esta línea en América Latina permiten identificar ciertas regularidades en términos del patrón de ocupación metropolitano de las zonas populares, caracterizado generalmente por un proceso de periferización de la pobreza y de la irregularidad, asociado a una marcada segmentación y segregación espacial que profundiza la división social del espacio metropolitano.
En el caso de México, Duhau y Giglia (2008) analizan la existencia de determinadas pautas recurrentes en las metrópolis, en términos de la manera desigual en que se experimentan las diferentes prácticas espaciales, y su correspondencia con los contextos socioespaciales y con procesos de división social del espacio. Concluyen al respecto que las nuevas dinámicas asociadas a la globalización y el consumo han generado también diferentes reconfiguraciones espaciales que producen una determinada jerarquía de lugares y de ciudades, de modo que los contextos espaciales más aislados se presentan en los extremos de la escala social. En esta línea, Olivera (2018) analiza el crecimiento informal en la zona metropolitana de Cuernavaca, en México. Concluye que la principal causa de la producción de la informalidad urbana tiene que ver con la precarización laboral y los bajos salarios, que excluyen hogares de la oferta del mercado y de la política pública. Identifica un proceso de periferización de la irregularidad, en el sentido de que los municipios más pobres concentran mayor informalidad y se localizan todos al sur de la zona metropolitana.
En el caso de Buenos Aires, como lo señalan Di Virgilio (2015) y Cravino (2021), la configuración de la informalidad en la zona metropolitana se asocia con las formas de producción de la irregularidad. Las villas, originadas en las primeras décadas del siglo XX con procesos de ocupación irregular de suelos vacantes y como resultado de prácticas individuales progresivas y prolongadas en el tiempo, se localizan en la ciudad central y en la primera corona de la zona metropolitana. Por su parte, los asentamientos irregulares, que surgen hacia los años ochenta y corresponden a tomas de tierra que emulan procesos de urbanización formal, se ubican en municipios periféricos de la región metropolitana. Vidal-Koppmann (2019) señala, también para el caso de Buenos Aires, la coincidencia de tres patrones producto de las dinámicas metropolitanas contemporáneas: la urbanización privada de grandes emprendimientos residenciales y comerciales; un tejido urbano en mancha de aceite en los que constituyen nuevos centros; y el crecimiento de asentamientos informales periféricos y en zonas intersticiales.
El crecimiento de las metrópolis brasileñas evidencia patrones similares. A nivel general, Grostein (2001) y Romanelli y Abiko (2011) identifican un proceso de periferización del crecimiento metropolitano asociado a una intensificación de la irregularidad, así como una concentración de los asentamientos informales en municipios periféricos. El trabajo de Silva (2014) estudia la producción de espacios informales en Curitiba en los años noventa y la primera década del siglo XXI, y el de Martins (2006) lo hace a partir del estudio de algunas ciudades de América Latina. Ambos concluyen que esta reconfiguración de los espacios metropolitanos y de las relaciones centro-periferia está asociada a las dinámicas propias del proceso de globalización, y que genera dos extremos en la configuración metropolitana: de un lado, los nuevos artefactos y espacios de consumo, los barrios cerrados, segregados y dispersos; y del otro, la concentración de la pobreza y la informalidad en municipios periféricos, en regiones específicas de las metrópolis.
Para el caso de Bogotá, de acuerdo con Garzón, las formas de gobierno metropolitano en las políticas destinadas a abordar la informalidad —iniciativas generalmente fragmentadas—, han profundizado la segregación residencial y los problemas de acceso a bienes y servicios urbanos. También han consolidado su persistencia, debido a que las políticas preventivas o de mejoramiento no han desarrollado un enfoque metropolitano acorde con las dinámicas del mercado de suelo. Se evidencia, entonces, un proceso de “metropolización de la pobreza”, dado que las intervenciones han sido fragmentadas y con poco impacto (Garzón, 2016, p. 7). El trabajo de Garzón aporta conclusiones sobre las formas de gobernanza metropolitana y los efectos que podría tener en la ocupación informal.
Otros estudios sobre Bogotá, si bien no han analizado en particular la configuración de la informalidad en la zona, sí han abordado los procesos migratorios metropolitanos, con base en información censal. El trabajo de Villarraga (2009), que concentra su análisis en el periodo intercensal 1993-2005, evidencia el avance del proceso de suburbanización que afecta principalmente a los municipios de borde, y los efectos de la desconcentración industrial hacia municipios del occidente y norte de la zona metropolitana. También da cuenta de la expansión y continuidad de los asentamientos populares hacia el sur del municipio de Soacha, que presenta los más altos índices de pobreza y la mayor precariedad habitacional. El trabajo de Alfonso (2015) muestra que los procesos migratorios y de cambios de residencia recientes reproducen dos patrones: la autosegregación de población de altos ingresos en conjuntos cerrados en la zona norte y oriente (La Calera); y el mal funcionamiento del mercado de suelo y de la política de vivienda, que han generado la expansión popular al sur, particularmente al municipio de Soacha, lo que replica el patrón de segregación de Bogotá, pero a escala metropolitana.
Dada la importancia del proceso de metropolización en el análisis del crecimiento urbano contemporáneo en las ciudades latinoamericanas, proponemos profundizar en la comprensión de la relación entre la informalidad urbana y el proceso de crecimiento de la zona metropolitana de Bogotá. El punto de partida es una mirada exploratoria que permita una aproximación a la magnitud del crecimiento urbano informal en la región, para luego analizar la forma en que la movilidad residencial intrametropolitana interviene en la producción informal.
Crecimiento metropolitano de Bogotá
Bogotá Distrito Capital, localizada al interior del departamento de Cundinamarca y capital del país (Figura 1), experimentó durante la segunda mitad del siglo XX un rápido crecimiento demográfico; en tan solo cincuenta años, el tamaño de su población se multiplicó por diez: inició la década de los cincuenta con 660.000 habitantes y para 2005 ya tenía 6.778.000. El proceso de urbanización en Bogotá durante este periodo puede sintetizarse en dos grandes etapas. Una primera, hasta mediados de los setenta, se caracteriza por la conformación de una especie de gradiente centro-periferia en términos de la localización de actividad económica y residencial (De Mattos, 2001). La siguiente etapa, desde el final de la década de los setenta, como producto de las reformas de orden neoliberal evidencia un proceso de urbanización más fragmentado (Borsdorf, 2003).
De acuerdo con Dureau (2000), a partir de mediados de los años setenta Bogotá empieza a experimentar, de manera simultánea, tres patrones de crecimiento, como efecto del proceso de transición demográfica. El primero, un crecimiento endógeno, por cuanto la migración interna en los noventa aporta apenas el 22% de su crecimiento (en 1975 representaba el 45%). En segundo lugar, un crecimiento centrípeto basado en un proceso de redensificación al interior del perímetro urbano, que se refleja en un aumento de las densidades (de 130 hab./ha en 1985 a 150 hab./ha en 1993). Por último, en este periodo se extiende una primera fase del crecimiento metropolitano, inicialmente con el municipio de Chía, que empezó a recibir población bogotana de clase media; y con Soacha, a donde se dirigió la población de estrato bajo desde Bogotá, así como migrantes de otras zonas del país (Dureau, 2000). Posteriormente, los municipios de Madrid y Mosquera, al occidente, donde la expansión de la floricultura en el caso del primero y el desplazamiento de industrias bogotanas en el segundo, motivaron la migración de población de clase media trabajadora (Buitrago & Carvajal, 2005; Dureau, 2000). Este proceso ha avanzado de manera muy acelerada en las últimas décadas y se ha extendido a toda la zona metropolitana, con mayor intensidad en los municipios de borde, aunque se amplía crecientemente hacia el segundo anillo metropolitano. En el periodo 2005-2018, Bogotá creció a una tasa de 0,77%, mientras los municipios de borde lo hicieron al 2,85% promedio anual (SDP, 2021). En cuanto a la ocupación del suelo, entre 2005 y 2016 Bogotá aumentó su huella en 2.673 hectáreas y el crecimiento de los municipios metropolitanos ocupó más de 19.000 hectáreas (SDP-IDOM, 2018). En la Figura 1 se localizan los municipios de la zona metropolitana objeto de esta investigación, los cuales, según el estudio de la Secretaría de Planeación de Bogotá (2014), son los que presentan las mayores interdependencias con Bogotá.2
figura 1 | Localización área de estudio
Fuente: Elaboración propia con información del sistema de datos abiertos disponible en https://geoportal.igac.gov.co/contenido/datos-abiertos-igac
Informalidad urbana en la zona metropolitana de Bogotá
Metodología y fuentes de información
Uno de los principales retos para el estudio de la informalidad urbana en las ciudades tiene que ver con su medición (Bouillon, 2012). De un lado, las características de su producción la hacen esquiva al seguimiento mediante registros oficiales para su incorporación en los procesos de planificación. De otra parte, la complejidad de los procesos informales, compuestos de múltiples irregularidades e ilegalidades, diversidad de agentes y lógicas en diferentes contextos, más las distintas problemáticas sociales asociadas, plantean enormes retos de conceptualización y, por lo tanto, de medición.
En el caso de Bogotá, es posible encontrar un conjunto de fuentes de información para medir y cuantificar el crecimiento informal. La administración de la ciudad lleva un registro cartográfico de todos los barrios de origen informal; también cuenta con un sistema de monitoreo que realiza con información satelital y complementa con trabajo de campo, que le permite detectar y georreferenciar cada nueva vivienda ilegal en polígonos predefinidos como susceptibles de urbanizar informalmente. Con base en esta información, se tiene una localización y medición precisa de todos los asentamientos de origen informal en Bogotá, que han permitido estudiar su crecimiento histórico (Camargo & Hurtado, 2012).
Para el caso de los municipios aledaños, por el contrario, no se identificaron mediciones sistemáticas del crecimiento informal, excepto en el caso de algunos, como Soacha (Alcaldía de Soacha, 2018; Pinzón, 2012) y Facatativá (Solano, 2011). Para avanzar, entonces, en la comprensión de la informalidad, el primer paso fue proponer una metodología de medición del crecimiento informal en los 17 municipios de la zona metropolitana (ver Figura 1). Esto, a partir del uso de información socioeconómica y con apoyo de información satelital, ambas fuentes con antecedentes en la literatura sobre medición de la informalidad (Bonet et al., 2016; Inostroza, 2016; Ward & Peters, 2007).
Las fuentes utilizadas en este cometido fueron, entonces:
- Información secundaria disponible: El primer paso para la identificación de asentamientos informales fue buscar referencias, estudios, artículos o documentos oficiales de planificación y ejercicios previos de identificación de asentamientos informales.
- Información socioeconómica: Se utilizaron dos medidas realizadas previamente por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) con base en el Censo 2018: de un lado, el Índice de Pobreza Multidimensional;3 y de otro, el déficit de vivienda,4 el cual indica para cada manzana el porcentaje de hogares con materiales inadecuados de pisos y paredes, hacinamiento y sin acceso a servicios públicos, indicadores tradicionalmente utilizados para identificar asentamientos precarios.
- Información satelital: Tras revisar las fuentes señaladas, fue necesario corroborar la información mediante un análisis cualitativo con el uso la plataforma Google Earth. Luego de una identificación y georreferenciación con las fuentes anteriores, además del estudio realizado por SDP e IDOM (2018), se realizó un análisis, zona a zona, de la continuidad de las tipologías de manzanas. A la vez, con Street View, de Google Maps, se realizó un recorrido por cada uno de los barrios previamente identificados para verificar procesos de autoconstrucción de vivienda y algunos marcadores de precariedad, como vías sin pavimentar, viviendas precarias, etc., que pudieran indicar un desarrollo incompleto, informal o popular. A continuación (Figura 2) se incluyen algunas de las imágenes extraídas en los municipios.
figura 2 | Informalidad urbana en los municipios de Zipaquirá (arriba) y Mosquera (abajo)
Fuente: Imágenes tomadas de la plataforma Google Earth
Este análisis se hizo para cada uno de los diecisiete municipios del estudio y se guardaron todas las imágenes que soportan la identificación realizada. Se consultó también a las administraciones municipales por la existencia de barrios de origen informal y sus procesos de legalización.
Mediante el cruce de estas fuentes de información, se identificaron y georreferenciaron las manzanas que surgieron informalmente en cada uno de los municipios de la zona metropolitana. A la base de datos se le incluyó además información poblacional del Censo 2018.
El crecimiento informal de Bogotá y su zona metropolitana
Bogotá ha realizado un seguimiento relativamente preciso de su crecimiento informal mediante los procesos de legalización y mejoramiento, además de los sistemas de monitoreo de asentamientos ilegales. Cerca del 24% del suelo urbanizado en Bogotá se ha generado mediante procesos informales, lo que corresponde a 8.700 hectáreas aproximadamente. No obstante, el crecimiento informal al interior de la ciudad de Bogotá ha disminuido de manera muy importante en el último tiempo; así, mientras en las décadas de los ochenta y noventa se generaron cerca de 3.200 hectáreas de crecimiento informal, entre los años 2000 y 2016 apenas 382 hectáreas de suelo lo ocuparon asentamientos informales, que corresponden al 5,5% del crecimiento total de la ciudad en este periodo.
Por lo menos tres aspectos podrían explicar la disminución del crecimiento informal al interior de la ciudad. De un lado, el agotamiento del suelo y la desaceleración del crecimiento urbano, que se evidencian también en el sector formal en el mismo periodo. En segundo lugar, la densificación y verticalización en los asentamientos populares consolidados: según datos del Catastro Distrital,5 la construcción en barrios informales en el periodo 2007-2018 fue más rápida que en las zonas formales. Finalmente, exponemos la hipótesis que se explora en este artículo y que tiene que ver con la expansión metropolitana de Bogotá.
Al respecto, como resultado de la medición realizada en los diecisiete municipios analizados, se identificó un total de 3.815 manzanas de origen informal (Figura 3), que corresponden al 31% del total de manzanas urbanas, la mayoría de ellas localizadas en el municipio de Soacha.
Los municipios con mayor porcentaje de manzanas informales son Soacha, con más del 52%, y Mosquera, con el 37%, seguidos de Sibaté y Facatativá con el 28%, Zipaquirá y Bojacá con cerca del 26%. El único municipio en el que no se identificó ningún desarrollo de origen informal fue Tabio. Como puede verse, la mayor incidencia de la informalidad se da hacia el sur de la zona metropolitana; en el caso de Sibaté y Bojacá, su crecimiento muestra la continuidad de la expansión popular hacia el sur, que se extiende desde Soacha. Si bien en el caso de Mosquera, al occidente, la informalidad es producto de la conurbación con Bogotá, en el caso de Facatativa y Zipaquirá, al norte, se relaciona con su papel como subcentros regionales y la recepción de migrantes del departamento de Cundinamarca (Villarraga, 2009).
Con el fin de identificar la proporción de manzanas de origen informal que surgieron recientemente (después de 2005), se cruzaron los marcos geoestadísticos utilizados por el DANE (2021) en los Censos 2005 y 2018. De las 3.815 manzanas informales, solo 313 aparecen luego de 2005. Los municipios que han tenido mayor expansión en el crecimiento informal reciente son Cota, Tenjo, Chía, Tocancipá y Cajicá, todos ellos localizados al norte de Bogotá, en lo que se conoce como la Sabana Centro, evidenciando un cambio en el patrón de localización de la informalidad en la región. En el caso de Soacha, de las 2.224 manzanas informales, surgieron apenas 89 después de 2005, correspondientes al 4%. Soacha tiene entonces un comportamiento similar al de Bogotá, con una reducción considerable de la nueva ocupación informal en el periodo reciente.
figura 3 | Manzanas de origen informal en la zona metropolitana de Bogotá
Fuente: Elaboración propia con información del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (igac) y dane
En lo que respecta a la población y los hogares, para el año 2018 habitaban en zonas informales cerca de 395.000 personas. En el periodo intercensal (2005-2018), la población en zonas informales creció en más de 44.000 personas, que corresponden al 23% de la población. Los municipios en los que más se incrementó la población en zonas informales fueron Tenjo, Cota, Chía y Gachancipá (Figura 4). En la mayoría de los municipios hubo un crecimiento mayor en la cantidad de hogares y viviendas que en el número de personas: se formaron más de 37.000 nuevos hogares en zonas informales y se construyeron más de 40.800 viviendas.
figura 4 | Porcentaje de población en manzanas informales en la zona metropolitana de Bogotá
Fuente: Elaboración propia con información de igac y dane
Como puede verse en la Figura 4, el patrón de localización en zonas informales a nivel de la zona metropolitana parece replicar el de Bogotá, con una clara incidencia en los municipios del sur, ya no solamente Soacha, sino también Sibaté, Bojacá y Mosquera. Al mismo tiempo, hay un crecimiento reciente en los municipios de la Sabana centro, hacia el norte de la zona metropolitana. No obstante, la informalidad tiende a ser mayor en el segundo anillo metropolitano, replicando el carácter periférico en relación con el centro metropolitano, y con mayor importancia de Zipaquirá y Facatativa, considerados centros subregionales a nivel departamental (SDP, 2014).
Dinámicas de movilidad residencial intrametropolitana
y la configuración de la informalidad
Tradicionalmente se ha entendido la movilidad residencial como un cambio de residencia a nivel intraurbano, es decir, al interior de una misma ciudad o jurisdicción administrativa (Clark & Dieleman, 1996). Dado que este artículo tiene como referencia un contexto metropolitano, y que incluye varios municipios cercanos a un núcleo o ciudad central, resulta necesario aclarar cómo se distingue la categoría de movilidad residencial intrametropolitana de la categoría de migración. Esta discusión ha sido abordada de manera recurrente en la literatura; de hecho, algunos de los primeros estudios sobre movilidad residencial hablaban sobre migraciones intraurbanas. La primera distinción tiene que ver con el ámbito de la movilidad: se supone una movilidad residencial cuando el cambio se produce al interior de una misma unidad o ámbito administrativo. Según Duhau (2003), debido a la naturaleza misma del fenómeno metropolitano, más allá de su estructura político administrativa, las zonas metropolitanas funcionan en términos económicos y de sus dinámicas como una sola unidad urbana, principalmente debido a la existencia de mercados de trabajo y habitacional de carácter metropolitano. En síntesis, un cambio de residencia se puede considerar movilidad residencial, y no migración, cuando se mantienen los mismos espacios de vida, como el lugar de trabajo, estudio, compras, servicios, etc., así como el conjunto de vínculos socioafectivos y de subsistencia (Boccolini, 2021; Courgeau, 1975; Duhau, 2003; Palomares-Linares et al., 2017).
Los procesos de suburbanización en contextos metropolitanos se han asociado generalmente a cambios en las preferencias residenciales, como la búsqueda de espacios habitacionales más grandes y cercanía a zonas rurales o espacios verdes. Atendiendo a la dialéctica planteada por Knox (1982) entre las necesidades y oportunidades residenciales, la posibilidad de concretar las preferencias residenciales está determinada por la existencia de un mercado de vivienda que lo permita o, incluso, que lo promueva (Boccolini, 2021). De hecho, algunos estudios han corroborado que la oferta de vivienda a nivel suburbano tiene capacidad de determinar las dinámicas de emigración e inmigración de los municipios en contextos metropolitanos (Palomares-Linares et al., 2017; Pujadas, 2009). Así, comprender la forma en que las preferencias y las necesidades residenciales se articulan con las dinámicas metropolitanas en términos de la configuración de los mercados de suelo y vivienda, hace que el estudio de la movilidad residencial tome relevancia como categoría clave para comprender los procesos urbanos contemporáneos (Dureau, 2000; Pujadas, 2009), principio que aplica tanto para los mercados formales como para los informales. Las decisiones y estrategias residenciales de los hogares tienen efectos no solamente en las dinámicas de crecimiento y poblamiento metropolitano, sino también en aspectos como la segregación y la convergencia de los niveles de vida (Alfonso, 2015; Rodríguez, 2007). Tal como lo plantea Duhau (2003), la movilidad residencial es la dimensión dinámica de la segregación residencial, dado que se produce en el marco de una determinada jerarquía metropolitana, que en ocasiones reproduce las jerarquías socioeconómicas.
En este apartado se analizan las dinámicas de movilidad residencial intrametropolitanas, con el fin de comprender su papel en los procesos de configuración de la informalidad urbana en la zona de Bogotá y los municipios aledaños. Para esto se utiliza la información del Censo 2018, particularmente la pregunta referida al lugar donde vivía el encuestado cinco años atrás. Se procesó la información para los municipios de análisis a nivel de manzana, buscándose patrones de localización de la población en función de su lugar de residencia en la época anterior señalada. El objetivo era identificar las dinámicas de movilidad residencial reciente de la población que habita actualmente en las zonas informales, para indagar por el papel de la movilidad residencial en la configuración de la informalidad en el contexto metropolitano de Bogotá.
Bogotá es el municipio que mayor población estable tiene, ya que el 85% de sus habitantes vivía en la ciudad hace cinco años. Solo el 4,3% (309.715 personas) de la población se movió desde otro municipio del país hacia Bogotá, de los cuales el 17% (52.368) vivía en un municipio de Cundinamarca; y de estos, apenas 7.607 personas provenían de alguno de los diecisiete municipios de nuestro análisis. El resto, 257.347, viene de otro municipio de Colombia. Por su parte, los diecisiete municipios de la zona metropolitana recibieron en sus territorios a 343.512 personas entre los años 2014 y 2018. De estos, el 64% llegó desde Bogotá, el 9,6% se movió desde otro municipio de la zona metropolitana (diferente a Bogotá), el 6,9% desde otro municipio de Cundinamarca y el 19,9% migró desde otro municipio del país.
Al graficar los flujos de movilidad residencial y el saldo de población, se ponen de relieve dos aspectos (Figura 5). De un lado, es claro que el mayor peso en los movimientos residenciales se da desde Bogotá hacia los municipios de Soacha, Madrid, Mosquera y Cajicá, siendo el movimiento hacia Soacha más de seis veces mayor que el de Mosquera en términos de cantidad de población. Y a la vez, esos son también algunos de los municipios en los que ha aumentado la incidencia de informalidad urbana en el periodo reciente. En segundo lugar, es posible ver otras dinámicas de movilidad intrametropolitanas independientes de Bogotá; por ejemplo, entre los municipios de Facatativá, Mosquera, Madrid y Funza se movieron internamente 10.700 personas; y entre Cajicá, Zipaquirá y Chía lo hicieron 5.137 personas. Otro nodo puede verse entre Sopó, Tocancipá y Gachancipá. Soacha, además, está recibiendo flujos de población desde Mosquera y Sibaté.
figura 5 | Flujos de movilidad residencial intrametropolitana en la zona metropolitana de Bogotá, y saldo migratorio relativo a la población total del municipio
Fuente: Elaboración propia con información de igac y dane
Es relevante mencionar la importancia que tiene en las dinámicas metropolitanas la migración desde otros municipios de Cundinamarca y del país. En la Figura 6 se evidencian las dinámicas de movilidad de población en el departamento, con nodos de movilidad subregionales ya identificadas en el periodo intercensal anterior por Villarraga (2009). Zipaquirá y Facatativá, considerados como centros subregionales, son los que mayores flujos de población reciben desde otros municipios de Cundinamarca; en ambos casos llegaron más de 3.000 personas desde el departamento y estos movimientos representan cerca del 20% de la población llegada hacia cada municipio.
figura 6 | Esquema de flujos de movilidad en el departamento de Cundinamarca
Fuente: Elaboración propia con datos del dane
Con respecto a la movilidad desde el resto del país, después de Bogotá, el municipio con mayor recepción de migrantes fue Soacha. A él llegaron más de 26.000 personas desde municipios por fuera de Cundinamarca. Le siguen Facatativa (9.538), Madrid (8.540), Mosquera (7.520), Chía y Zipaquirá, con un poco menos 7.000 personas desde fuera del departamento.
Se pueden evidenciar, entonces, fuerzas centrífugas desde Bogotá hacia los municipios de la zona metropolitana, pero también movimientos intrametropolitanos y fuerzas centrípetas desde el resto del país y del departamento, que son atraídos por las ventajas de la zona metropolitana. No solamente llega población a Bogotá, cuyo mayor flujo migratorio es recibido desde fuera del departamento, sino también a los municipios del área metropolitana.
En lo que respecta específicamente a la informalidad urbana en la zona metropolitana, las dinámicas son similares a las encontradas a nivel general. Si bien está influenciada principalmente por la expulsión de población de bajos ingresos desde Bogotá, recibe también flujos importantes desde el departamento y desde otros municipios del país.
La gran mayoría de la población que habita en zonas informales (el 75%), no experimentó ninguna movilidad en los últimos cinco años. De las 47.850 personas que se movieron hacia zonas informales en el área metropolitana, el 42% llegó desde Bogotá, el 10% se movió al interior de la zona metropolitana, el 9,7% desde algún municipio del departamento y 37% migró desde otro municipio del país. En la informalidad, el peso de los movimientos desde Bogotá, aunque es mayor en los municipios de borde (Figura 7), disminuye a favor de la recepción de migrantes desde otros municipios del país con respecto a las dinámicas generales de la zona metropolitana. Las fuerzas centrífugas y centrípetas de las que hablamos anteriormente, son también las que configuran el panorama de informalidad reciente en la zona metropolitana; no obstante, se comportan de manera diferencial en cada municipio.
figura 7 | Porcentaje de población que se movió hacia áreas informales en la zona metropolitana de Bogotá
Fuente: Elaboración propia con información de igac y dane
Soacha fue el principal destino de los bogotanos: el 55% de la población que salió de Bogotá a la zona metropolitana lo hizo hacia el municipio de Soacha. Sin embargo, solo el 11% de los que se movieron, correspondiente a cerca de 13.000 personas, llegó a barrios informales en Soacha, principalmente hacia Altos de la Florida, en la zona sur del municipio. El grueso de la población que se movió a Soacha lo hizo a los proyectos masivos de vivienda de interés social desarrollados en la última década. Esto evidencia el papel que tiene la producción de vivienda en el sentido y dirección que toman los movimientos de población. En Soacha, por ejemplo, según los Censos de Edificaciones 2012 a 2018, se construyeron 54.571 unidades de vivienda en el sector formal en el periodo 2012-2018, la mayoría de las cuales fueron viviendas de interés social.
Los dos siguientes municipios que más población recibieron desde Bogotá fueron Mosquera y Madrid, el primero con 19.445 personas y Madrid con 15.247; de estas, el 10% y el 3%, respectivamente, llegó a zonas informales. La llegada a estos municipios también se relaciona con los procesos de construcción de vivienda social en el periodo reciente, dado que, después de Soacha, fueron los que mayor cantidad de vivienda social produjeron entre 2012 y 2018. Los municipios de Chía y Cajicá recibieron cada uno un poco más de 1.000 personas, que se localizaron en zonas informales y que corresponden al 6% de la población total que habita en áreas informales en estos municipios.
En total, 5.161 personas que habitan en zonas informales experimentaron una movilidad residencial desde municipios de la misma zona metropolitana (excluyendo Bogotá). Los municipios que más población recibieron fueron Bojacá (57% de las movilidades hacia zonas informales provenientes de la zona metropolitana), Sibaté (28%) y Mosquera (22%). Los movimientos al interior de la zona en las áreas informales están concentrados en la zona sur, evidenciando los procesos de macrosegregación residencial ya identificados previamente por Alfonso (2015).
Facatativá y Zipaquirá fueron los municipios que mayor población recibieron desde otros municipios del departamento y que se localizó en zonas de origen informal. En ambos casos llegaron cerca de 900 personas desde municipios de Cundinamarca hacia zonas informales. Así, el papel de Facatativá y Zipaquirá como centros subregionales se refuerza e incide en la configuración de los procesos de ocupación informal.
En cuanto a las migraciones desde otros municipios del país, corresponden al 37,1% (17.757 personas) de la población que se localizó informalmente en alguno de los diecisiete municipios. Aparte de Soacha, que recibió cerca de 7.000 personas, fueron Facatativá (2.796) y Mosquera (2.257) los municipios de mayor recepción de migrantes, seguidos de Madrid y Zipaquirá. Municipios como Tocancipá, Tenjo y Cota, aunque cuantitativamente son pocas las personas que recibieron, explican el 51% de los movimientos hacia zonas de origen informal. La población de otros municipios del país perteneciente a sectores populares todavía intenta llegar hacia la capital en busca de oportunidades, aunque las condiciones del mercado de suelo solo les permiten el acceso a municipios cercanos en condiciones de alta precariedad.
Conclusiones
En este artículo se exploran las dinámicas metropolitanas en su relación con los procesos de crecimiento urbano informal, en particular en el caso de la zona metropolitana de Bogotá. Al respecto, se verifica poco avance en el conocimiento existente respecto de esta relación, particularmente en el caso colombiano. De hecho, no se encontraron mediciones que permitieran comprender la magnitud de la informalidad urbana en la zona metropolitana de Bogotá. De aquí que la primera tarea fue realizar esa medición en cada uno de los municipios considerados, a partir de un conjunto de fuentes documentales, satelitales y socioeconómicas. Este constituye un aporte metodológico importante para la comprensión de las dinámicas urbanas recientes en el centro del país y para la medición de la informalidad en otros contextos.
El 23% de la población en la zona metropolitana habita en áreas de origen informal, cuyo desarrollo replica los patrones espaciales que se dan al interior de Bogotá. Hacia el sur de la zona metropolitana, el crecimiento informal ya no afecta únicamente a Soacha, sino que se extiende incluso hasta municipios como Sibaté y Bojacá, que han aumentado considerablemente la cantidad de población en áreas informales. Por su parte, la dinámica de conurbación con Bogotá que se da en la zona sur occidental afecta claramente el crecimiento informal en Mosquera, Madrid y Facatativa. En esta agrupación territorial, al occidente, sus mercados residenciales formal e informal se integran cada vez más a las dinámicas de Bogotá. La expansión metropolitana de la informalidad afecta de manera muy importante a los municipios del segundo anillo de la zona metropolitana, particularmente a aquellos municipios que se comportan como centros subregionales, lo que ratifica el carácter periférico de este tipo de urbanización, también evidenciado en otras ciudades de América Latina. Si bien en menor magnitud, los municipios de la Sabana Centro, tradicionalmente caracterizados por albergar población de estratos medios y altos, no escapan de la incidencia de la informalidad urbana, y los cálculos permiten afirmar que esta ha aumentado en el periodo reciente, particularmente en los municipios de Cajicá, Chía, Cota, Tocancipá y Tenjo.
Respecto de la movilidad residencial intrametropolitana, se identificó un conjunto de dinámicas complejas que superan la idea de la mera suburbanización ejercida desde Bogotá. Sin duda, la influencia de Bogotá ha sido evidente en los municipios de borde, y replica claramente los patrones de segregación espacial. Pero las dinámicas del departamento, y los movimientos intrametropolitanos entre municipios diferentes a Bogotá, desempeñan un papel muy importante en la configuración de la zona metropolitana. Facatativa y Zipaquirá refuerzan su papel como centros subregionales en términos de recepción de población desde municipios periféricos en el departamento. Por otra parte, Bogotá, y cada vez más los municipios de la zona metropolitana, siguen recibiendo población desde diferentes municipios del país. Movimientos centrípetos desde el departamento y el resto del país, movimientos centrífugos desde Bogotá y movilidades residenciales al interior de la zona metropolitana, configuran una compleja red de interdependencias en nuestro territorio de análisis. Comprenderlas resulta fundamental para orientar los procesos de ocupación en los ejercicios de planificación territorial.
La producción de informalidad urbana reciente en la zona metropolitana tiene dos fuentes principales: de un lado, la movilidad de los bogotanos de más bajos ingresos a los municipios del sur, y en las peores condiciones habitacionales y sociales; y de otro, la migración desde el departamento y otros municipios del país hacia los municipios periféricos, tanto al sur como al occidente y norte de la zona metropolitana. La primera fuente, fuerzas centrífugas, explica el 42% de los movimientos hacia zonas informales en la región; y la segunda, fuerzas centrípetas, más del 37% de la localización en las zonas informales metropolitanas. Las dinámicas de crecimiento informal moduladas por los movimientos de población al interior de la zona metropolitana y desde afuera de ella, evidencian el carácter desigual de los procesos espaciales. Se replican los mismos patrones de segregación espacial que al interior de Bogotá, solo que, con seguridad, aquellos que no logran llegar siquiera a localizarse al interior del Distrito Capital tienen que padecer con mucha mayor intensidad estas injusticias espaciales.
Los hallazgos para el caso de Bogotá van en la línea de lo que varios autores han denominado el proceso de “periferización de la irregularidad”. Presente en varias de las grandes metrópolis de América Latina, la literatura lo señala como uno más de los procesos socioespaciales producto de las dinámicas económicas propias del capitalismo en su fase globalizada, asociado a la generación y captura privada de rentas inmobiliarias a escala metropolitana.
Agradecimientos
Este artículo es un resultado del proyecto “Desarrollo de un simulador para modelar la ocupación de la ciudad región Bogotá D.C.”, financiado por el Sistema General de Regalías Minciencias (proyecto código BPIN 2016000100031), la Universidad Sergio Arboleda y la Secretaría Distrital de Planeación de Bogotá.
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1 En Colombia, el proceso de legalización de un barrio consiste en incorporarlo al perímetro de la ciudad para viabilizar la dotación de infraestructura. Este proceso no regulariza la tenencia de la tierra ni las licencias de las construcciones existentes.
2 Estos datos corresponden también al ámbito de estudio de un proyecto mayor en el cual se inscribe el presente artículo.
3 Este índice incluye aspectos de educación, niñez y juventud, acceso a salud, aspectos laborales y condiciones de vivienda y acceso a servicios públicos. Se puede conocer el detalle en https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/condiciones_vida/pobreza/2018/informacion-censal/nota-metodologia-censal-pobreza-municipal-2018.pdf
4 Detalles metodológicos del cálculo pueden verse en https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/pobreza-y-condiciones-de-vida/pobreza-multidimensional
5 Se descargaron los mapas de referencia de Bogotá elaborados por la Unidad Administrativa de Catastro Distrital para los años 2012-2019, disponibles en el portal https://ideca.gov.co
vol 49 | no 148 | septiembre 2023 | pp. 1-24 | artículos | ©EURE
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