Transformaciones socioespaciales en la frontera de la ciudad turística: la difícil permanencia de los espacios industriales en el centro histórico
María Barrero-Rescalvo. Universidad de Sevilla, Sevilla, España.
resumen | Este artículo desarrolla un análisis sobre el papel de los espacios productivos en los centros históricos de las ciudades occidentales y las contradicciones a las que se enfrentan en la actualidad. Para ello, se distingue entre desindustrialización, resultado de la reestructuración de la economía global, y desplazamiento industrial, consecuencia de la especulación inmobiliaria y de su facilitación con políticas urbanas orientadas a la gentrificación y, más recientemente, a la turistificación. Se estudia el proceso de desmantelamiento en las últimas décadas de los espacios productivos del centro histórico norte de Sevilla. La metodología se basa en el análisis del planeamiento y entrevistas a los usuarios actuales y desplazados, junto con un mapeo de actividades. Se concluye con la constatación del rol ambivalente de la administración, que habría facilitado la transformación socioespacial de estos espacios y el desplazamiento de la mayoría de los trabajadores manuales a la periferia.
palabras clave | gentrificación, centros urbanos, reestructuración productiva.
abstract | This article develops an analysis of the role of productive spaces in historic districts of Western cities, and the contradictions they face today. To this end, a distinction is made between deindustrialization–the result of the restructuring of the global economy–and industrial displacement–the consequence of real estate speculation–and its facilitation with gentrification-led, and more recently tourism-oriented, urban policies. The process of dismantling of the productive spaces in the Seville’s historic district northern quarters over recent decades is studied. The methodology is based on planning analysis and interviews with current and displaced users, along with the process of mapping its activities. The ambivalent role of the administration is unveiled, pointing to its active role in transforming these spaces and in displacing most of the manual workers to the periphery.
keywords | gentrification, urban centers, productive restructuring.
Recibido el 25 de noviembre de 2021, aprobado el 17 de enero de 2022.
E-mail: mbrescalvo@us.es
Introducción
La ciudad se ha constituido históricamente como un espacio multifuncional donde la vivienda, el comercio y la producción se entrelazaban en el tejido urbano. La planificación del siglo XX, adaptada al mercado, buscó ordenarla, extremando la separación de funciones y la segregación de clases sociales (Gaja Díaz, 1992). Sin embargo, el centro histórico no respondía a este modelo: considerado obsoleto durante las décadas de expansión urbana y crecimiento económico del siglo XX, cayó en cierto olvido hasta que, a través de la reforma interior y la renovación, se recuperó para las clases medias y altas en el contexto de la globalización y restructuración económica de Occidente. Esto causó, en muchos casos, procesos de desplazamiento de las clases trabajadoras (Smith, 1996). Los espacios centrales de las ciudades del Mediterráneo europeo, por lo general centros históricos con gran acervo patrimonial, no han sido ajenos a la gentrificación (Alexandri, 2014; Díaz Parra, 2014b). A la expulsión de familias obreras de sus viviendas se añadió el cierre de sus lugares de trabajo: fábricas, talleres y locales de producción ubicados en suelos altamente revalorizados. En este contexto, cabe preguntarse cómo se ven afectadas las actividades productivas urbanas que ya no encajan en un espacio gentrificado y qué tipo de presión sufren para marchar a distritos industriales monofuncionales (polígonos industriales, en el urbanismo español) en áreas suburbanas o metropolitanas.
Desde los años ochenta, los trabajos sobre gentrificación en diferentes contextos han recogido el modo en que se planifica, produce y experimenta el desplazamiento residencial en áreas históricas (Atkinson, 2000; Davidson & Lees, 2010; Janoschka & Sequera, 2016; Smith, 1996). Se ha estudiado cómo se sustituyen capas de población por otras de mayor poder adquisitivo, el desplazamiento de distintos tipos de grupos vulnerables y la manera en que los hábitos y gustos de los nuevos vecinos de clase media-alta transforman el entorno y el paisaje urbano (Ley, 2003; Phillips, 2018; Barrero Rescalvo & Jover, 2020). En relación con las dinámicas de desplazamiento, también se ha estudiado la sustitución del tejido comercial, lo que se suele considerar como retail gentrification (González, 2018; Zukin, 2009). Otros trabajos han analizado el rol de las actividades creativas y artísticas durante el cambio de vecindario, primero como pioneras de la gentrificación y después con sus actores como grupos potencialmente desplazados (Curran, 2010; Ley, 2003; Zukin, 1989). A su vez, procesos de este tipo se identifican con una ideología revanchista de las clases medias y altas, destacando la connivencia entre instituciones públicas y privadas (Lees et al., 2008; Smith, 1996). Smith (1996) explicó que los nuevos habitantes “tratan de borrar la geografía y la historia de la clase obrera de la ciudad” como “justificación preventiva del nuevo futuro urbano” (p. 67). Así, Morell (2010) evidenció la forma en que la actividad productiva también se instrumentalizaba como punta de lanza para la gentrificación. Pese al carácter medular de estas cuestiones, no existen demasiados estudios que apunten a la relación de la gentrificación con los centros de trabajo manual o de cuello azul de los cascos históricos. Estos lugares, sin embargo, están profundamente conectados con la memoria colectiva de las ciudades.
Winifred Curran analizó el desplazamiento industrial con estudios empíricos en Nueva York (2004, 2007, 2010), teorizando un concepto que pone el acento en la desaparición forzosa de espacios productivos en contextos especulativos. No obstante, el marco socioeconómico anglosajón difiere sustancialmente de territorios de la semiperiferia capitalista, como el sur de Europa, donde el Estado tiene un papel protagonista en los procesos señalados (Díaz Parra, 2014b; García Herrera et al., 2007; Gómez García, 2007). En este contexto, destaca el caso del barrio industrial del Poblenou (Marrero Guillamón, 2003), cuyo proceso de recalificación de usos del suelo y estrategia de desarrollo (Plan 22@) devino en gentrificación productiva (Dot et al., 2010). Tras la crisis iniciada en 2008, las ciudades de esta zona apostaron casi en exclusiva por el márquetin urbano o los proyectos culturales para potenciarse como lugar-mercancía, valorizando el espacio tanto material como simbólicamente con el fin de atraer inversiones y, especialmente, turistas (Cócola-Gant & Gago, 2019). Por ello, los trabajos sobre gentrificación se han complementado con otros acerca de la turistificación, entendida como el desplazamiento de población al convertir lugares residenciales en turísticos (Jover & Díaz Parra, 2020). En este contexto, las instalaciones industriales, que habían quedado confinadas dentro de estas áreas centrales, aceleran su transformación en usos residenciales o turísticos y desempeñan un papel fundamental en las estrategias de revalorización.
El trabajo que se introduce se enmarca en la discusión sobre el desplazamiento provocado por la gentrificación y la turistificación, de gran actualidad en las ciudades del sur de Europa debido al incremento de la actividad turística y a la aparición de las plataformas de alquiler a corto plazo (Ardura et al., 2020; Barrero Rescalvo & Jover, 2020; Cócola-Gant & Gago, 2019; Jover & Díaz Parra, 2020). Partiendo de ahí, el objetivo es doble. En primer lugar, se estudia la relación entre las últimas rondas de inversión vinculadas con la actividad turística en los centros históricos, y el desplazamiento de las actividades industriales. En segundo lugar, se analiza el papel que ha cumplido la administración en tales dinámicas, sobre todo mediante el planeamiento urbanístico, con especial atención a las determinaciones y los discursos con respecto a las instalaciones industriales ubicadas en áreas centrales históricas.
El artículo comienza con un apartado metodológico y justificativo de los casos de estudio. Le sigue una exposición del marco teórico de referencia sobre reestructuración urbana, desplazamiento e instalaciones industriales. Tras un breve recorrido por la historia urbana de Sevilla prestando atención a la importancia morfológica y estructural del uso industrial, se realiza una revisión del planeamiento vigente y derogado, centrada en las estrategias de fomento del desplazamiento industrial a las periferias. A continuación, se expone el proceso de desmantelamiento de unos espacios productivos singulares del centro de Sevilla desde 2006. Éste se reconstruye a partir del análisis de fuentes primarias y secundarias. Finalmente, un apartado de discusión retoma algunas de las cuestiones fundamentales de los actuales estudios sobre gentrificación y desplazamiento industrial, a la luz del caso sevillano. El texto concluye que el abandono de las instalaciones industriales históricas se ha agravado por la dejación y falta de reconocimiento de sus valores sociales, culturales y materiales por parte de las instituciones. Esto habría conducido a una pérdida irreversible del paisaje socioespacial de la ciudad.
Objetos de estudio y metodología
Las cuestiones mencionadas se abordan estudiando varios complejos productivos del centro histórico de Sevilla, la cuarta ciudad más poblada del Estado español y capital de Andalucía. Pese a que existen otras edificaciones industriales de interés, los casos de estudio elegidos, denominados popularmente corralones, ejemplifican la imbricación de lo productivo en la ciudad consolidada. Son espacios industriales de baja intensidad orientados al interior de las manzanas, que forman parte de la red de callejuelas, pasajes, adarves y patios interiores característica de la estructura urbana de la ciudad andaluza (Fernández Salinas, 2015). Cuentan habitualmente con un patio interior en torno al que se disponen talleres artesanales y pequeña industria no contaminante, en régimen de arrendamiento. El contacto con la calle lo organiza la llamada casa tapón, que cierra el espacio y permite el acceso a través de pasajes (Gerencia de Urbanismo [GU], 2006). Este tipo de distribución de manzana cerrada se encuentran también en modalidades habitacionales tradicionales, como los patios de vecinos1 (Fernández Salinas, 2003). Algunas de estas manzanas han mantenido la misma ordenación y estructura parcelaria durante siglos (Trillo de Leyva, 1992) y se encuentran mayoritariamente en los barrios de la Feria, San Luis y San Julián, en el sector noreste del casco histórico. El análisis se centra en los seis enclaves aún existentes, que identificamos por su dirección: Pasaje Mallol 11, San Luis 70, Bustos Tavera 26, Castellar 52, Pelícano 4 y Pasaje Mallol 8 (Figura 1). Los dos últimos se ubican en la misma manzana, formando el conjunto Pelícano-Pasaje Mallol, aunque no están conectados. Estos, junto con Castellar 52, son los tres corralones que permanecen activos y con la misma fisionomía, es decir, que no han sufrido procesos de renovación.
La metodología se sustenta en dos tipos de análisis cualitativo (Tabla 1). En primer lugar, se ha estudiado la transformación socioespacial de los corralones a través de una comparación entre trabajos previos y un mapeo detallado de las actividades actuales, que se combina con quince entrevistas semiestructuradas en profundidad a usuarios actuales y desplazados de diferente perfil sociolaboral, a los que se accedió mediante la técnica de muestreo bola de nieve. Junto a esto, se han analizado los contenidos de archivo suministrado por activistas políticos de la zona vinculados a la lucha contra el desplazamiento, que contenía videos de encuentros y actividades reivindicativas, fotografías y noticias de prensa. Todo esto se complementa con la observación participante en actividades organizadas en torno a estos espacios en el seno de colectivos sociales e instituciones públicas. Estas técnicas permiten identificar procesos de desplazamiento, o las tensiones y conflictos potencialmente conducentes al mismo, en los espacios industriales del centro de la ciudad. En segundo lugar, se analizan distintos documentos de planificación, vigentes y derogados. Estos se han extraído de los archivos de la Gerencia de Urbanismo (GU) y sirven de base, por un lado, para una reconstrucción histórica de los procesos socioespaciales que han afectado a los enclaves industriales históricos de la ciudad en el último medio siglo; y, por otro, para analizar las decisiones y discursos del planeamiento local sobre dichos espacios.
figura 1 | Casco histórico y ubicación de los corralones en su interior
Fuente: Elaboración propia
tabla 1 | Fuentes de los datos
Objetivo 1 |
Objetivo 2 |
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Fuentes primarias |
Fuentes secundarias |
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Entrevistas n=15 |
Perfil por profesión: 7 artesanos, 2 artistas, 3 trabajadores del ámbito cultural, 1 de taller industrial y 2 de otros oficios. |
Análisis de documentos: Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 1946. PGOU de 1963. PGOU de 1987. PGOU de 2006. Plan de Reforma Interior del Casco Antiguo (PRICA) (1968). Modificado del PRICA (MoPRICA) de 1982. Avance del Plan Especial de Protección (PEP) del conjunto histórico (1994). PEP del sector 2: San Luis (1995). PEP del sector 3: Santa Paula - Santa Lucía (2000). PEP del subsector 8.2: San Andrés - San Martín (2013). Programa de Actuación Área de Rehabilitación Concertada Casco Norte de Sevilla (ARC) de 2007. Plan Estratégico 2020 (2009). Plan Estratégico 2030 (2019). Plan 8 Sevilla (2020). Borrador Plan turístico de grandes ciudades de Sevilla (2021). |
Perfil por corralón: 3 de Pasaje Mallol 8; 3 de Pelícano 4; 4 de Castellar 52; y |
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Observación participante |
Visitas y conversaciones informales |
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Reuniones organizativas y con Gerencia de Urbanismo (2018-2021). |
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Mesa de expertos |
Artesanos, un antropólogo, dos arquitectos, un historiador del arte, un geógrafo (6/5/2018). |
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Mapeo |
Actividades en corralones aún activos (2019). |
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Fuentes secundarias |
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Análisis |
Archivo de la Plataforma de Artistas y Artesanos del Casco Antiguo (PACA). |
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Archivo Asociación Casa del Pumarejo. |
Fuente: Elaboración propia
Función productiva y centro histórico: ¿una antonimia?
El centro histórico es un conocido objeto de estudio, reflexión e investigación desde diversas disciplinas urbanas (Álvarez Mora & Roch Peña, 1980; Carrión, 2001; Gaja Díaz, 1992). Sus cualidades tradicionales, como la multifuncionalidad y la diversidad socioeconómica, han ido desvirtuándose a lo largo del tiempo con el desarrollo del sistema urbano capitalista y cada una de sus fases, en continua reestructuración (Capel, 1983). El nacimiento del orden espacial moderno estableció la organización del espacio según una estructura de dominación social que atendía a las necesidades del mercado y las elites, por lo que se promovió una radical separación entre funciones y clases sociales (Harvey, 2001). El crecimiento urbano y económico, junto con el fenómeno suburbanizador, tuvo como contraparte el abandono y la degradación de los centros históricos (Carrión, 2001; Smith, 1996). El desarrollo de las fuerzas productivas que provocó la división y especialización del trabajo se reflejó en el espacio en la segregación funcional (Harvey, 1990; Maassey, 1995). La apropiación de las rentas del suelo y el desarrollo del mercado de la vivienda moderno fueron esenciales, dando lugar a la actual segregación residencial (Harvey, 2001), lejos de la vieja producción mercantil en la que “el alojamiento del maestro y del obrero coincidían bajo el mismo techo en el lugar de trabajo y de la venta” (Álvarez Mora & Roch Peña, 1980, p. 29). No solo las clases altas y medias se refugiaron en la ciudad difusa y funcionalista; en las ciudades europeas, los obreros pasaron a alojarse predominantemente en barrios periféricos de altas densidades, construidos, primero, a iniciativa estatal y después, privada. En paralelo, la zonificación del urbanismo funcionalista recluyó la producción a entornos periféricos, con suelos poco rentables y mejor conexión a infraestructuras de transporte.
A partir de los años ochenta, sin embargo, la generalización de las cartas sobre el patrimonio, el cuestionamiento del desarrollismo y la creciente globalización provocaron un giro hacia el centro histórico que, a largo plazo, desencadenaría la expulsión y sustitución de la población obrera, envejecida y a menudo lumpenproletarizada, que aún residía allí. El regreso a la ciudad consolidada (Carrión, 2001; Coulomb, 2009; Smith, 1996) no ha implicado la puesta en valor de las áreas industriales tradicionales. Más bien al contrario, aceleró su deslocalización, liberando grandes cantidades de suelo con una ubicación central, de gran valor, para ponerlas a disposición del negocio inmobiliario (Gómez García, 2007; Marrero Guillamón, 2003). En un contexto marcado por la globalización (deslocalización, aparición de nuevos sistemas de comunicación, etc.), se ha impuesto el orden urbano neoliberal, que ha conducido a que la administración pública en el Estado español asumiera como rol central la atracción de capitales y la creación de espacios económicamente competitivos, lo que Harvey teoriza como estilo empresarial (2001) y Gaja Díaz como concesional (2015). Por lo general, esto ha implicado el abandono de la función redistributiva del Estado y la adopción de la competición entre ciudades como respuesta a la desindustrialización (Gómez García, 2007). Los centros históricos desempeñan aquí un papel fundamental por albergar importantes bienes culturales que, a diferencia de multitud de empresas, no se pueden deslocalizar. Tanto es así, que Zukin (1995) afirma que la cultura se ha convertido en el principal negocio de las ciudades, siendo los cascos antiguos, con su arquitectura anterior a la globalización, los principales elementos urbanos con los que competir.
El capital se moviliza para extraer rédito económico a través de los sectores inmobiliarios y turísticos, lo que en ambos casos supone la conversión de estos barrios en espacios privilegiados para las clases locales medias-altas y turistas. Para ello, la mercantilización de la cultura se combina con la planificación urbanística. Aquellos espacios productivos que cuentan con edificaciones singulares son reapropiados desde un punto de vista estético o escenográfico. A menudo, su papel queda reducido al de mero contenedor cultural o de servicios (como Matadero en Madrid, Tabakalera en Donosti, LX Factory en Lisboa, etc.), e introducidos en circuitos turísticos y programas de eventos. En otros casos se transforman por completo, bien construyendo edificios residenciales ex novo, bien adaptándose a conjuntos de viviendas (Zukin, 1989). Para llevar a cabo tanto una como otra transformación, es fundamental el cambio de función, por el que los trabajadores y usuarios que desarrollan sus actividades allí deben abandonar el espacio, víctimas de lo que se ha teorizado como desplazamiento industrial (Curran, 2007, 2010). Este concepto hace referencia también a la residencialización de suelos antes destinados a actividades industriales. Davidson y Lees (2010), por su parte, incluyen estos nuevos desarrollos como parte de una estrategia más amplia de desplazamiento indirecto, definiéndola como new-build gentrification. El carácter multifacético del desplazamiento, más allá del desalojo directo, ha sido señalado en múltiples ocasiones en las últimas décadas (ver Slater, 2009). En cualquier caso, la construcción de nuevas viviendas donde antes pervivían espacios industriales activos ha supuesto la expulsión, directa e indirecta, de trabajadores manuales de sus lugares de trabajo, lo que no es consecuencia exclusiva de la desindustrialización.
Al igual que se niega la expulsión de las poblaciones humildes u obreras por ser una cuestión generacional, de jubilación, ascenso social o fallecimiento (Slater, 2009), en el caso de las industrias el argumento apunta a la obsolescencia ante las nuevas tecnologías de producción y necesidades de consumo. Así, la sustitución se produciría debido a una reestructuración ocupacional de la población como consecuencia de la reestructuración económica global (Méndez & Caravaca, 1996). Sin embargo, el concepto de desplazamiento industrial también subraya la expulsión activa de trabajadores y pequeñas industrias de zonas revalorizadas, incentivada por promotores, planificadores y administraciones (Curran, 2004, 2007). Los trabajadores manuales no están amenazados por la competición con empresas mayores o extranjeras, sino porque el suelo que ocupan sus lugares de trabajo se ha revalorizado y las rentas potenciales tras la conversión residencial son mucho más altas (Curran, 2007; Zukin, 1989). Este conflicto se hace visible cuando aparecen resistencias, es decir, cuando trabajadores y vecinos organizados denuncian la situación de vulnerabilidad y la presión, cuando no violencia, que sufren para abandonar sus espacios (Marrero Guillamón, 2003). En el caso de las áreas industriales históricas, el cambio adquiere dos formas: cuando no se arrasan para desarrollar viviendas para gentrificadores o turistas, los obreros de cuello azul son sustituidos por asalariados y autónomos vinculados al sector servicios y a las tecnologías de la información, así como artistas, arquitectos y diseñadores, con cierto gusto estético por la arquitectura industrial y un poder adquisitivo mayor (Curran & Hanson, 2005). Mientras tanto, el trabajo manual que permanece se degrada y se vuelve más informal. Como ha estudiado Curran (2007, 2010), la pérdida de un taller productivo afecta a proveedores, clientes, trabajadores y empresas asociadas, es decir, amenaza el tejido socioespacial y la capacidad de otros talleres de permanecer en ese espacio. En muchos casos son negocios familiares, para los que la buena accesibilidad y la proximidad tanto a proveedores como a clientes son aspectos esenciales en la producción tradicional (Dot et al., 2010), lo que se encuentra fácilmente en los centros urbanos.
La Sevilla industrial: trayectoria socioespacial y urbanística
Función productiva y desarrollo urbano
La Sevilla del 1800 se limitaba al amplio espacio intramuros y a los arrabales históricos. En esta zona quedaban todavía grandes solares con huertas y corrales, sobre todo en el ámbito noreste (Trillo de Leyva, 1992). Con la desamortización de 1837, muchos de estos vacíos cambiaron de función, implantándose fábricas. Tras una primera etapa de iniciativa estatal, la segunda fase de la industrialización sevillana, durante el siglo XIX, se focalizó en el norte y con gran intensidad en el interior del casco urbano (Almuedo Palma, 1996). A inicios del siglo XX se aceleró el proceso modernizador y se redobló el crecimiento demográfico. El espacio industrial se duplicó entre 1900 y 1922, pero no así su extensión, consolidándose el patrón de implantación en el norte de la ciudad (Almuedo Palma, 1996). Con las emigraciones masivas campo-ciudad, el casco norte se fue colmatando con población obrera, diferenciándose aún más del casco sur, donde residía el poder central (Marín de Terán, 1980). En 1930 existían hasta 55 fábricas intramuros, de las que solo tres se ubicaban en la mitad sur del casco histórico (Figura 2). El hábitat obrero de entonces se conformó hacia el interior de las manzanas mediante los corrales o patios de vecinos, la mayoría en condiciones físicas muy deficientes y gestionados por las familias rentistas del sur (Fernández Salinas, 2015). Las fábricas no eran el único tejido productivo en estos barrios, ni el único ámbito de trabajo manual de la clase obrera. Su existencia se mezclaba con establecimientos medianos o pequeños con procesos de transformación sencillos y poca exigencia espacial y tecnológica, más próximos a la manufactura artesanal o al “minifundismo fabril” (Olmedo Granados, 2015). Así, la implantación por sectores tuvo un componente geográfico importante.
figura 2 | Industrias en torno a 1930
Fuente: Elaboración propia a partir de Almuedo Palma (1996)
Tras la Guerra Civil (1936-1939), se desarrollaron polos industriales alejados del casco histórico para dar respuesta a las exigencias civiles y militares de la guerra, primero, y a la política autárquica después. Con el Plan de Estabilización de 1958 y la progresiva apertura al exterior, esta economía circunstancial de Sevilla entró en crisis ante la ausencia de una burguesía local interesada en generar riqueza más allá de las rentas, el sector agrícola y el mercado inmobiliario (González Dorado, 1975). Otras iniciativas estatales en la década siguiente tampoco consiguieron dinamizar la estructura industrial de la ciudad, que se encontraba en plena crisis. La ciudad se volcó en la producción de nuevas barriadas en estos años, al tiempo que comenzaba una pausada decadencia del centro histórico norte que lo llevó a altas cotas de abandono y marginalidad (Cantero et al., 1999). Durante este lapso se aceleró la retirada de las industrias medianas del casco antiguo. A partir de la Exposición Universal de 1992, el nuevo ciclo de reinversión cambió drásticamente las condiciones socioespaciales de estos barrios. Su rediseño se desarrolló en el contexto de la planificación neoliberal, que fortaleció al sector rentista y financiero. Un punto clave fue la promoción del Parque Científico y Tecnológico Cartuja 93, “depositario de la nueva economía productiva” (Díaz Parra, 2016, p. 213). Se estableció una estrategia de fomento de espacios creativos y tecnológicos en el amplio contexto de las políticas de regeneración. Estas se dirigieron, sobre todo, a mejorar la imagen urbana que, unida a un extenso patrimonio cultural, ayudó a la consolidación de Sevilla como destino turístico en los mercados nacional e internacional. Tras la crisis de 2008, se intensificaron las estrategias de promoción del lugar, agrupando infraestructuras, oferta cultural, servicios o equipamientos. Así, la gentrificación del centro histórico desde finales del siglo XX se ha reactivado, vinculada a un proceso más reciente de turistificación (Jover & Díaz Parra, 2020) que está provocando cambios profundos en la estructura sociodemográfica (Parralejo et al., 2022).
Planificación y contradicciones en la ciudad histórica
Los planes urbanos, como apuntó Rossi, son “la forma concreta con la que se manifiestan las fuerzas que presiden la transformación de las ciudades” (2015, p. 166). Para comprender cómo se ha abordado y planificado el destino de los usos industriales a lo largo de las últimas décadas (Figura 3), se parte del análisis del primer Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), de 1946 (GU, 1946). Su intervención en el casco era de tipo higienista. El plan, muy optimista en las expectativas de crecimiento industrial, zonificaba la ciudad en función de la grave situación sanitaria de la población humilde que vivía en el centro. La industria se debía trasladar a terrenos cercanos a los nuevos hábitats obreros de las periferias. Estas pretensiones apenas llegaron a materializarse, pero su espíritu se afianzó con el proceso desarrollista de la ciudad.
Tras la aprobación del PGOU de 1963, se intervino con mayor intensidad en el casco antiguo. La ciudad había fortalecido la drástica separación entre núcleos de producción y zonas residenciales, siguiendo el paradigma funcionalista. En el sector noreste se contabilizaba el mayor número de establecimientos industriales, 440, seguido del área noroeste, con 378. Se planificaron cuñas residenciales e industriales alternas en las periferias, suprimiendo los usos productivos del centro por “insuficientes y de inadecuado emplazamiento” (GU, 1963, p. 48). Según el PGOU de 1987, los polígonos industriales recogieron en estos años las industrias “centrifugadas del interior de la ciudad para especular con los solares que dejaban u obligadas a salir ante propuestas de renovación urbana” (GU, 1987, p. 136).
figura 3 | Planeamiento y transformación de los corralones
Fuente: Elaboración propia
En un momento crítico para el centro histórico, el Ayuntamiento aprobó el PRICA (GU, 1968). Este plan de reforma interior “propugna la radical desaparición de los últimos talleres, almacenes e instalaciones fabriles que todavía existían en el centro” (Marín de Terán, 1980, p. 111). Se permitieron solamente actividades de artes aplicadas y oficios tradicionales que prestasen servicio a los habitantes de la zona. En el barrio de San Julián se proyectó un centro comercial “sobre terrenos ocupados por industrias y almacenes de ningún valor y que contribuyen con su sola presencia a desvirtuar el carácter del sector” (GU, 1968, p. 68). Se trataba de los corralones de Pelícano-Pasaje Mallol, que permanecían muy activos en este momento. Un decenio después, el MoPRICA (GU, 1982), redactado por el primer gobierno municipal de la democracia, vino a frenar las radicales transformaciones llevadas a cabo bajo el paraguas del PRICA, concibiendo el casco como un espacio con diferencias internas y necesidad dotacional. El texto previó un Plan Especial (PE) para el sector Pelícano-Pasaje Mallol, que se justifica:
En el Casco Antiguo de la Ciudad han coexistido históricamente los usos más diversos, si bien, sólo recientemente, su posición central junto a un planeamiento que lo ha permitido, han provocado la progresiva desaparición de algunos de ellos, y su sustitución preferentemente por uso residencial o administrativo comercial, rompiéndose el equilibrio que el sector poseía. (…) Se hará necesario (…) aceptar como beneficiosa la complejidad funcional de la zona. (p. 37)
Contradictoriamente, dicho PE no daría continuidad al uso industrial, justificándolo con la degradación de la zona. Sobre el espacio de los corralones se proyectó una gran plaza y viviendas de protección oficial. No obstante, el PE no llegó a aprobarse, ya que cuatro años después se redactó el PGOU de 1987, que dio cobertura a las transformaciones vinculadas a la Expo 92. Este último plan reconocía la situación de obsolescencia de los espacios productivos, atribuida al paso del tiempo, la rentabilidad del suelo o las condiciones del planeamiento, que había buscado limitar este uso a localizaciones periféricas (GU, 1987). Siguiendo los debates internacionales del momento (cf. Carta de Washington), se cuestionaba el modelo de zonificación, lamentándose la pérdida del uso residencial e industrial para favorecer la terciarización. El remedio pasó por la renovación privada del parque inmobiliario, que desencadenó una fuerte gentrificación (Díaz Parra, 2014a, 2014b). Los talleres integrados en edificios residenciales al interior de la manzana se consideraron puntos degradados de la trama. En consecuencia, para el Conjunto de Pasaje Mallol-Pelícano se proyectó un equipamiento deportivo y aparcamiento público, además de viviendas, que esta vez eran en régimen libre. No obstante, ninguno de estos planes llegó a ejecutarse.
A nivel patrimonial, los corralones se consideraron, cada uno en su Plan Especial de Protección (PEP), como edificaciones de interés tipológico, y se estableció la conservación del espacio libre interior, los talleres y el edificio tapón. Específicamente, el PEP del sector que abarca los corralones existentes en Pasaje Mallol, Pelícano, San Luis y Bustos Tavera, afirmaba que se trataba del “último reducto de la pequeña industria artesanal en el casco intramuros de Sevilla (…) y a su supervivencia ha ayudado el carácter marginal y escasamente evolucionado del sector” (GU, 2003, p. 74), concluyendo que la necesidad del barrio ahora no estribaba en la construcción de viviendas, sino en “mantener la pequeña industria, muy arraigada y de gran tradición [siendo conveniente] dotarla de servicios y modernizarla” (GU, 2003, p. 136). Además, se protegieron las alineaciones internas y las naves industriales, así como el uso de pequeña industria mediante una normativa específica, la cual sería reproducida por el PGOU de 2006.
El PGOU vigente sigue en cierto modo las directrices del anterior plan, justificando la desaparición de la actividad productiva por “el valor que ha alcanzado la repercusión de suelo para uso residencial” (GU, 2006, p. 54), y planteando incluso la congelación de rentas y políticas de apoyo a la artesanía para evitarlo. Además, le reconoce cierto interés turístico y la incluye en el fomento del eje de la calle San Luis (Barrero Rescalvo & Jover, 2020). Reconoce la especificidad tipológica de los corrales industriales con un artículo específico en sus ordenanzas, aunque quedaron calificados en parte como actividades productivas con posibilidad de vivienda en planta alta, bajo la denominación de Servicios Avanzados. Este término responde a las aspiraciones del gobierno local, como puede apreciarse en el Plan Estratégico 2010 (Ayuntamiento de Sevilla, 2003), de emular la idea de 22@ de Barcelona.
Corralones industriales en el último ciclo
El último ciclo de transformación de los corralones (Figura 3) puede entenderse a partir de dos momentos, con más de diez años de diferencia, en los que las tensiones y contradicciones se hicieron más visibles. El primero se corresponde con el periodo alcista, previo al estallido de la crisis financiera de 2008, y el segundo con el último boom del tándem turístico-inmobiliario en la ciudad, desde 2015. A principios del siglo XXI, el casco norte sufrió un ciclo de gentrificación intenso. Desde los años noventa, los doradores, carpinteros y orfebres de los corralones vieron llegar a otros perfiles, como pintores, escultores o artistas de las artes escénicas (Cantero et al., 1999), que pudieron desempeñar un rol ambivalente, bien como facilitadores involuntarios de la gentrificación en una fase temprana, bien como parte de los denunciantes del proceso (Díaz Parra, 2014a). También seguían existiendo talleres de reparaciones, mecánica, carpintería y pequeña industria. El nivel de colaboración de los nuevos usuarios con su propio desplazamiento, víctimas de un proceso que indirectamente habían contribuido a impulsar, es difícil de dimensionar. Serían los últimos de una sucesión de colectivos con menos recursos hasta la llegada de aquellos que pudieron pagar más. Así lo explicaba una pintora y artista de Castellar 52 en una mesa redonda en 2006:
Mi futuro es súper incierto (…) quiero saber dónde me voy a meter yo, mis materiales, mi trabajo, dónde vamos a ir a parar todos (…) además de eso, mi bloque de vecinos lo han vendido a una inmobiliaria, completo, sin consultarnos a nadie. Con lo cual, yo me veo en agosto fuera del taller y en septiembre fuera de mi casa. (Del Archivo de la PACA)
El desplazamiento afecta de múltiples maneras a los trabajadores. Para algunos, el abandono de su taller no fue difícil, marchándose a un pueblo o polígono industrial, o simplemente jubilándose. Para otros, en cambio, la experiencia fue devastadora y, en última instancia, se tradujo en el cierre forzoso del negocio y la pérdida del empleo. Los informantes comentan aspectos que se englobarían en la presión de desplazamiento y el desplazamiento por exclusión (Slater, 2009): aumento del precio de los alquileres; falta de espacio apropiado y bien mantenido; la llegada de nuevo vecindario con otras dinámicas de consumo y mayor poder adquisitivo; o decisiones políticas directamente relacionadas con la gentrificación. Son factores que inducen potencialmente a mudarse o cerrar. Tras abandonar el taller, los desplazados buscaron primero un espacio en el mismo barrio o aledaños, para no romper lazos con la clientela habitual: “a nosotros nos compra gente que vive por aquí, yo me siento un poco parte de una infraestructura mínima del barrio”, afirma un trabajador del metal (Pasaje Mallol 13). Esto es vital para los oficios del arte sacro (Cantero et al., 1999), por su relación con las cofradías religiosas del centro histórico. En 2001 se desalojó al último artesano del corralón de San Luis 70, en 2006 echaron a los artesanos y artistas de Pasaje Mallol 11, y en 2008 a los que quedaban en Bustos Tavera 26. La idea de los propietarios, parte de la burguesía rentista local, era desarrollar viviendas en estos suelos, pero la crisis financiera paralizó tales proyectos:
Estuve allí viviendo diez años y la propiedad decidió que lo iba a vender. (…) fue liquidando a la gente uno por uno. Nos fue diluyendo como si fuésemos azúcar en un vaso de agua y al final solo quedamos un taller. Nos mandó un burofax y estuvimos fuera a los dos meses. (Mesa de expertos. Pintor, Bustos Tavera 26)
Entre las evidencias que apoyan la hipótesis del desplazamiento industrial se encuentra la aparición de resistencias. La primera vez que los artesanos se organizaron fue por el posible desalojo del corralón de Castellar en 2006. La irrupción de la Plataforma de Artesanos y Artistas del Casco Antiguo (PACA) supuso un impulso organizativo y el protagonismo de este espacio en la prensa local. Con sus movilizaciones desvelaron las graves vulnerabilidades sufridas por los usuarios tras años de desalojos a cuentagotas de vecinos, comerciantes y artesanos. La PACA aglutinaba a artesanos tradicionales, trabajadores manuales y también a los artistas alternativos llegados al espacio pocos años atrás, que eran las voces más visibles en la denuncia pública (García Jerez, 2009). En sus consignas y manifiestos reclamaban el derecho a realizar su actividad en el centro histórico por poseer un valor patrimonial reconocible y estar inmersos en un barrio con identidad artesanal y artística (Retamero, 2007).
figura 4 | Área de los corralones y circuitos turísticos en el sector noreste
Fuente: Elaboración propia a partir de www.visitasevilla.es
El éxito principal de estas movilizaciones fue paralizar un cambio de calificación de los corralones en el PGOU de 2006, que estaba en proceso de redacción, tras hacerse público el pacto de la GU con los propietarios para realizar viviendas y equipamiento. Finalmente, tras la movilización, quedaron calificados como Servicios Avanzados. La PACA reivindicaba la expropiación de estos enclaves por parte del Ayuntamiento, que terminó comprometiéndose y participando en mesas de trabajo con dicho objetivo. Para permanecer en sus talleres sin estar constantemente amenazados, los activistas entendían que la solución pasaba por la gestión pública del espacio. Por otro lado, un controvertido proyecto municipal, continuista con la idea de trasladar los usos artesanales a la periferia, se aprobó y construyó en este periodo: el polígono empresarial Arte Sacro. Al mismo tiempo, en 2007 se anunció la construcción de un corralón moderno [sic] a iniciativa municipal, donde años antes el Ayuntamiento había desalojado a su último artesano: San Luis 70 (Sánchez-Moliní, 2012). Sobre este, la mayoría de los artesanos tiene una postura crítica: “Era carísimo, y además solo había viviendas de una habitación y yo tengo familia. Me dijeron que, si no podía permitírmelo, algo estaría haciendo mal” (Joyera, Pasaje Mallol 11).
El segundo momento estudio se enmarca en el último lustro de la década de los 2010, hasta la llegada de la pandemia. El casco norte ha comenzado a formar parte de los circuitos turísticos de la ciudad, espoleado por la proliferación del alquiler turístico en toda la zona (Barrero Rescalvo & Jover, 2020). Para la promoción de la ciudad en mercados turísticos nacionales e internacionales, no pasa inadvertido el potencial atractivo de los corralones (Europa Press, 2013) dentro de itinerarios que conectan diferentes hitos del sector norte (Figura 4). Se encuentran inmersos, unos más que otros, en un área preparada ya para el consumo de clases medias y turistas, con el foco neurálgico en la Alameda de Hércules (Jover & Díaz Parra, 2020).
Igualmente, han aparecido nuevos usos relacionados con las formas de vida de los profesionales establecidos en el sector, por ejemplo, los espacios de coworking o locales de trabajo de oficina compartidos, que se han multiplicado tras la crisis de 2008. Proliferan talleres de yoga o baile flamenco, así como locales de ensayo para músicos y bailaores insertos en muchos casos en el sector laboral turístico, como los tablaos flamencos o Airbnb Experience. En 2016 se conoció una nueva iniciativa de trabajadores y usuarios de estos espacios, esta vez impulsada desde el corralón del Pelícano: Barrio Abierto. Sus objetivos se basaban en la necesidad de difusión de las actividades, especialmente las artísticas.
tabla 2 | Evolución de actividades en los corralones activos no renovados (2006-2019)
Corralón |
Año |
Arte-sanos |
Artes plásticas |
Acti-vidad |
Taller industrial |
Otros profesio-nales |
Total |
Pelícano 4 |
2006 |
16 |
5 |
12 |
3 |
8 |
44 |
2019 |
11 |
7 |
15 |
5 |
3 |
41 |
|
Pasaje Mallol 8 |
2006 |
7 |
1 |
7 |
2 |
1 |
18 |
2019 |
7 |
3 |
8 |
2 |
4 |
24 |
|
Castellar 52 |
2006 |
32 |
8 |
1 |
4 |
0 |
45 |
2019 |
15 |
5 |
14 |
3 |
4 |
41 |
Fuente: Elaboración propia a partir de Programa de Actuación Área de Rehabilitación Concertada (GU, 2007) y mapeo (2019)
Poniendo el foco en los corralones que siguen activos y observando la comparación de actividades entre 2006 y 2019 (ver Tabla 2), la zona Pelícano-Pasaje Mallol ha vivido un leve giro al uso cultural, siendo el corralón de Castellar el que ha experimentado mayores cambios de uso y actividad. Se observan dos dinámicas que pueden deberse a diversos motivos, con la gestión de la propiedad como uno de ellos. Los propietarios de Castellar se han dedicado a buscar la mayor rentabilidad económica, alquilando espacios incluso para vivienda (o más bien infravivienda), mientras que los del Pelícano-Pasaje Mallol han sido más cuidadosos con el alquiler de espacios y la subida de renta. No obstante, también se ha facilitado el desplazamiento:
Eso antes era un taller de tornería, ahí trabajaban cuatro o cinco viejos muy buenos (…) se tenían que ir porque luego los que venían después, el coworking, ofrecían más dinero. Ellos eran asalariados, el jefe (…) se jubiló. Todo el mundo se quedó en paro, y con 55 o 60 años en paro, ¿qué vas a hacer? (Artesano, Pasaje Mallol 8)
Otro factor clave sería el emplazamiento, puesto que el corralón de Castellar se encuentra en una zona con dinámicas de gentrificación y turistificación más consolidadas. Sin embargo, el área de San Julián se ha mantenido casi a salvo de estas dinámicas en su forma más intensa. Además, la calificación industrial en los corralones no ha impedido el cambio de uso en uno de ellos. En Pasaje Mallol 11 se ejecutan viviendas que, como puede apreciarse en la infografía del estudio de arquitectura que elabora el proyecto, poco o nada ofrecen para el uso artesanal o industrial (N. M., 2017). Se trata de un desarrollo no orientado a los oficios artesanales o manufactureros, pese a que está catalogado como espacio productivo y a que el PE correspondiente señala el uso de “pequeña industria artesanal”. Las reacciones no se hicieron esperar, y diez años después, las consignas de denuncia apuntan en la misma dirección (Figura 5).
figura 5 | Comparación entre lemas de denuncia en 2007 y 2018
Fuente: Elaboración propia a partir de Archivo PACA y Asociación Vecinal La Revuelta
Además, una propuesta de modificación del PGOU en 2018 confirma las pretensiones de la administración para estos espacios: se trata de la flexibilización de la definición de Servicios Avanzados, que se considera demasiado estricta, abriendo la puerta a usos terciarios y residenciales. Este cambio confirma el fracaso de la idea de barrio@ en una ciudad que ha apostado casi en exclusiva por la atracción de empresas e inversiones en turismo y ocio. Así, durante el congreso internacional del Consejo Mundial de Viajes y Turismo celebrado en Sevilla en 2019, el Ayuntamiento presentó un dossier titulado Seville. A city to invest, a city to live (Sevilla, ciudad para invertir, ciudad para vivir), ofreciendo el suelo de los corralones de Castellar como vacante para inversiones hoteleras. En el mismo corralón de Castellar ha comenzado desde 2020 una nueva movilización de artesanos y artistas ante la violenta presión expulsiva de la propiedad, bajo el lema “Salvemos los Corralones”, que apuesta por la expropiación municipal, si bien parece improbable. Durante una reciente reunión con altos cargos de la GU, los técnicos solicitaron a los artesanos amenazados “un ejercicio de empatía ante lo que considera el legítimo retorno del propietario a la hora de desarrollar una inversión inmobiliaria, que solo funcionará si los números salen para la iniciativa privada” (Diario de campo, autora, 04.03.2021).
Discusión y conclusiones
Esta investigación enfatiza que la vivienda y el trabajo son aspectos de igual importancia en la comunidad. Los resultados muestran que la gentrificación no solo expulsa a las gentes de un territorio, también lo hace con sus prácticas y saberes. El desplazamiento industrial, al igual que el residencial, acaba con formas de vida, lazos sociales y proyectos de futuro de trabajadores de todo tipo, cuyas duras condiciones laborales han pasado desapercibidas frente a referencias nostálgicas –con fines mercantilizadores y vaciados de contenidos de clase– al oficio manual. Sus talleres y locales han cerrado no solo por la desindustrialización, las nuevas tecnologías o la falta de faena, sino por las dinámicas especulativas asociadas a los ciclos alcistas del mercado inmobiliario. Es más, la gentrificación industrial no afecta solo a un vecindario, sino a toda la estructura económica y social del centro histórico. El nuevo ciclo turístico está consiguiendo completar el proceso de expulsión que se inició en el boom inmobiliario previo a la crisis de 2008. La amplitud de las experiencias demuestra, como apuntaron otros trabajos (Curran, 2010; Marrero Guillamón, 2003; Morell, 2010), la compleja interacción entre las políticas públicas, la memoria colectiva y los procesos urbanos para la clase trabajadora. Este artículo ha tratado de cubrir el vacío existente en los estudios sobre gentrificación acerca del vínculo de estos procesos con los usos productivos en el sur de Europa.
La responsabilidad de la intervención pública en cualquiera de los procesos sociales que recientemente se han desarrollado en los lugares centrales de Sevilla, al igual que en otras ciudades, es ineludible. La secuencia de planes urbanos que durante los últimos cuarenta años sentencian la desaparición de los usos productivos en el centro histórico, reconociendo la importancia de la multifuncionalidad pero repudiando en la práctica su presencia, ha acelerado la marcha forzosa de trabajadores manuales, artesanos e incluso artistas precarios. La mirada estructural propia del urbanismo moderno, con una planificación de corte funcionalista, ha ido mutando a una visión fragmentada, favoreciendo proyectos individualizados y espectaculares (Harvey, 1990), algo muy palpable en los recientes planes turísticos (Barrero Rescalvo & Jover, 2020).
Como afirman Dot et al. (2010), las recalificaciones urbanísticas son indispensables para la gentrificación productiva. El caso de Sevilla muestra cómo la resistencia organizada a estos cambios puede ser lo único que salve a estos trabajadores. Aunque este artículo se centra en la cuestión urbanística, en los momentos en los que se ha desatado el conflicto con los trabajadores, la controversia se ha desarrollado en diferentes niveles: patrimonial, laboral, jurídico y político. Ello merecería mayor atención en futuras investigaciones. Tal y como recogen otros trabajos (Curran & Hanson, 2005; Ley, 2003), los artistas precarios llegados en la primera ola han tenido un rol ambivalente. Los aspectos que explican la aglomeración de este tipo de actividades pueden ser diversos, pero están vinculados con la promoción cultural y comercial del área urbana (Zukin, 1989). Cuando estos actores dejaron de ser útiles para los intereses económicos, en periodos de gran dinamismo inmobiliario, también se vieron amenazados con el desplazamiento. Si en el primer momento los trabajadores organizados se encontraron con cierta protección del Estado, en el segundo ciclo inmobiliario, asociado al sector turístico, tal amparo ha desaparecido. En la actualidad, se está produciendo un nuevo desplazamiento productivo que encuentra mucha menos contestación ciudadana.
La industrialización y su implantación geográfica en Sevilla tuvo protagonismo en el desarrollo económico de la ciudad y desempeñó un papel importante en la urbanización del suelo vacante del centro. El trabajo manual ha ido pasando de las pequeñas fábricas del centro a espacios periféricos monofuncionales. Los corralones son los únicos testigos vivos del pasado obrero e industrial de la ciudad, y sus valores históricos, sociales y culturales resultan innegables. Sin embargo, se han visto acorralados por la contradicción entre el reconocimiento de su valor patrimonial y las fuerzas del mercado, lo que ha desembocado en un conveniente olvido del pasado proletario en los planes urbanísticos. El planeamiento vigente sigue teniendo un rol ambivalente, al reconocer su importancia, pero promover su desaparición como enclaves productivos. Esto tiene mucho sentido si tenemos en cuenta la tendencia a la especialización residencial y comercial a consecuencia del proceso de gentrificación.
Los corralones que hoy encontramos se han transformado, primero, por los cambios del urbanismo moderno de mediados de siglo; segundo, por un planeamiento poco sensible con su significado histórico; y tercero, por la intensa revalorización del suelo del casco norte propiciado por la gentrificación y, en el último lustro, la turistificación (Parralejo et al., 2022). Resulta crucial tener en consideración tales cuestiones para la puesta en marcha de medidas de control de esos procesos. Estos espacios ejemplifican las contradicciones del centro histórico en el marco neoliberal, en el que los trabajadores manuales son un incómodo invitado. Ni las administraciones públicas ni los organismos vinculados a la protección del patrimonio han tenido especial interés en frenar su degradación. Sin embargo, los estudios críticos sobre estos procesos no deberían abandonar tales cuestiones y evitar, siguiendo a Wacquant (2008), el patrón de invisibilización de la clase trabajadora en la esfera pública y en la investigación social.
Este artículo es una primera inmersión en la complejidad de la planificación de los centros históricos actuales con relación a sus áreas industriales, pero aún quedan ciertos dilemas por tratar a la hora de plantear posibles soluciones. Si la protección patrimonial en la ciudad neoliberal queda a menudo reducida a una banalización o apropiación superficial de los elementos protegidos, optar por no protegerlos puede acabar en la degradación, pérdida y sustitución por usuarios que encajan mejor en un espacio gentrificado. Así, resulta difícil reducir a un marco urbanístico o normativo la complejidad social que aglutinan los corralones, que tendría necesariamente que incorporar una relectura de aquellas realidades consideradas obsoletas, marginales o desviadas. Es más, su funcionamiento colaborativo, autónomo y desacelerado nos da pistas sobre qué modelos sociolaborales plantear más allá del marco neoliberal.
Agradecimientos
Esta investigación se ha realizado con el apoyo de los proyectos P18-RT-2427 y PRY192/19. La autora agradece a Ibán Díaz, Jaime Jover y Pablo Domínguez sus comentarios y sugerencias sobre una versión anterior de este artículo.
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1 Viviendas colectivas en régimen de alquiler en torno a un patio y con algunos servicios comunes. Similares a las denominadas vecindades en México y conventillos en Argentina y Uruguay.
vol 49 | no 148 | septiembre 2023 | pp. 1-22 | artículos | ©EURE
doi: 10.7764/eure.49.148.04 | issn digital 0717-6236